TEORÍA DE LA GUERRA COMUNICACIONAL


Bienvenido:

En este blog encontrará, convenientemente numerados y redactados como micro-ensayos, los capítulos de mi libro Guerra Comunicacional, Leyes y Principios Estratégicos que condicionan la persuasión de las masas (ISBN 978-980-12-4122-5) cuya primera edición estuvo a cargo de Piscis Editorial CA - Maracaibo, julio de 2009.

Confío que estos escritos le sean de utilidad para consultarlos como información complementaria o como referentes para sus investigaciones futuras, cumpliendo con las normas académicas vigentes internacionalmente, para las cuales son imprescindibles la exactitud y la escrupulosidad en citas y referencias que se hagan de estos textos.

Andrés S. Moreno A.

andresmorenoarreche@gmail.com

jueves, 7 de abril de 2011

12.- Sexta ley de la guerra comunicacional







ENUNCIADO DEL PROBLEMA:

La percepción es un proceso nervioso superior que permite, a través de los sentidos, recibir, elaborar e interpretar información proveniente del entorno. Los primeros estudios científicos sobre percepción comenzaron con el desarrollo de la fisiología, que produjo el primer modelo relacional entre la magnitud de un estímulo físico con la dimensión del evento percibido. Es a partir de entonces cuando surge como rama de la psicología que estudia las vinculaciones entre magnitud de un estímulo y su intensidad en la percepción, con el objetivo de encontrar un escalamiento que permita cuantificar tal relación causa-efecto.

Si bien la percepción es el primer paso del proceso cognoscitivo, un proceso a través del cual los sujetos captan información del entorno, en el que están implicadas las energías que llegan a sus sistemas sensoriales y que le permiten formar una representación de la realidad, la percepción social trasciende lo sensorial para convertirse en la herramienta psicológica que centra a un individuo respecto a su ambiente, considerando a éste más allá de lo estrictamente físico, ubicándole en un contexto intelectual pues le permite al sujeto, no solo la recepción y la elaboración de las señales-mensajes que provienen del ‘su exterior’, sino que tal proceso estimula la sinapteína[1] cognitiva y a partir de allí puede realizar una acción formidable: Interpretar la información, darle sentido conceptual y ubicarse ‘con’ y ‘en relación a’ los significados que tal información posee, significados que ha re-interpretado asignándoles atributos valorativos de manera subjetiva.

Aterrizamos, entonces, en el escenario dinámico de la percepción social, o más concretamente en las influencias externas (sociales) que interactúan sobre la percepción individual. El resultado de tales interacciones, que se ejecutan simultáneamente con la auto-valoración del sujeto y su constante reubicación conceptual ‘con’ y ‘en relación a’ las informaciones percibidas, se denomina impresión. Las impresiones operan como sub-productos intelectuales o patrones de los que derivan las ideas y los conceptos. Se trata de modelos de ideas, o conjunto básico de conocimientos de los que se derivan otros con los que el individuo crea sus pensamientos, da forma sus actitudes y ajusta su conducta, mientras afirma o reconstruye sus parámetros paradigmáticos.

El concepto que resume a las impresiones como modelo de ideas lo introdujo Carl Gustav Jung[2]. Lo llamó ‘arquetipo’, un constructo conceptual, proposicional y teórico con el que pretende explicar el sentido de las imágenes y la razón detrás de las fantasías que correlacionan motivos universales vinculados a los mitos, las leyendas y las religiones. Para Jung, arquetípicas son aquellas imágenes ancestrales autónomas constituyentes básicas de lo inconsciente colectivo.[3] Jung deja claro que...

No se trata, pues, de representaciones heredadas, sino de posibilidades heredadas de representaciones. Tampoco son herencias individuales, sino, en lo esencial, generales, como se puede comprobar por ser los arquetipos un fenómeno universal”.[4]

La acepción más apreciable de percepción es aquella que relaciona la valoración que un individuo hace de una determinada situación y de su papel o posibilidades sociales implicadas en ella. Esta percepción del ambiente social en que se despliega la actividad cognitiva del individuo involucra a la familia, a los medios de comunicación, a las amistades y a los múltiples entornos sociales donde se desenvuelve el sujeto, pues todos estos escenarios –y sus participantes- le aportan conceptos referenciales, le asignan un rol a desempeñar, le establecen un estatus social y en definitiva todo ello se transforma en una responsabilidad social.

La comunicación persuasiva sustenta su efectividad motivadora, inductora y manipuladora tanto en la percepción como en la subcepción, entendida ésta como la posibilidad de que un sujeto reaccione discriminativamente a estímulos débiles, de intensidades fronterizas con los umbrales absolutos pero no inferiores a ellos, que en efecto pueden no ser percibidos conscientemente por él y a los que inapropiadamente se les identifica como percepción subliminar.

La subcepción es una idea introducida por Mc Cleary y Lazarus[5], cuyo significado es "discriminación sin representación consciente" el cual hace referencia a la capacidad del sujeto para percibir una amenaza sin ser consciente de ella, actividad se sucede en niveles de discriminación neurológica, que son inferiores a los requeridos para la representación consciente pues el sujeto es capaz de distinguir un excitante y la significación que este excitante tiene, sin utilizar los centros nerviosos superiores que intervienen en la toma de consciencia.

Es de destacar que la Teoría de la Gestalt desarrolló un conjunto de leyes de la percepción enunciadas por los psicólogos Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y Kurt Koffka, que aunque tienen vinculación indirecta y operativa con ésta, aquéllas hacen referencia a la percepción física y la interpretación de la realidad a partir de los sentidos, sobre la base de dos ‘principios’ (organización y pregnancia) y a través de 5 leyes (proximidad, identidad o semejanza, cierre, figura-fondo y buena forma), mientras que la 6º Ley de la guerra comunicacional vincula la percepción del individuo respecto a su ambiente y le ubica en un contexto intelectual que estimula su sinapsis cognitiva, tal y como lo afirma Castañeda[6] ... “es una descripción del mundo que pasa a ser la interpretación válida de ‘nuestro mundo’ y que sienta las bases de lo que llamamos ‘la realidad’ ”

Para Castañeda, antropólogo y autor mexicano de una gran cantidad de textos sobre el conocimiento filosófico-metafísico, la descripción del mundo es aquello que le da sentido a la percepción social, porque puede ser explicada como la interpretación de la data que se percibe desde ‘el exterior’ al ser, y que cada quien selecciona y organiza para que el mundo percibido adquiera sentido y significación lógica. Castañeda afirma que el mundo existe ‘como es’ porque el sujeto se auto convence que ‘eso’ es ‘lo que es’, pero que si cambiara la descripción que hace de ese mundo, o si dejara de hacerlo, ese mundo -y con él la percepción de realidad- colapsaría de inmediato, dejaría de tener un sentido lógico y abriría, para esa misma percepción, nuevas posibilidades de interpretación. De acuerdo con lo enunciado, la percepción social posee características que la distinguen de la percepción de objetos:

· Los sujetos se perciben como agentes que expresan la causa de lo dicho o del hecho en el que se afirma la razón o el motivo de algo, pues aprecian que controlan y dosifican la información que presentan de sí mismos, conforme a sus objetivos e intereses.

· El perceptor hace inferencias acerca de los sentimientos o actitudes de la persona percibida, en base a sus propias experiencias.

· La percepción social en un proceso circular que implica una interacción dinámica de expectativas y conductas que afectan el comportamiento de la persona percibida.

·La percepción social es de mayor complejidad que la percepción de objetos por la existencia de atributos no observables directamente, y porque las personas evolucionan más que los objetos y por ello la exactitud de la percepción es más difícil de comprobar (Moya, 1994).

Es en estos escenarios donde se construye la validez de la ley de la percepción en los enfrentamientos persuasivos de una guerra comunicacional, un escenario en el que las primeras impresiones son las claves perceptibles para las audiencias, que incluye la apariencia física del emisor, sus claves no verbales, y su conducta manifiesta, de acuerdo con los postulados teóricos de Smith & Mackie, 1995.

Estas claves de percepción liminal son como segmentos de ‘información pre elaborada’, construida con valores perceptibles de alta y positiva significación para los públicos, con los que se comunica un meta-mensaje acerca de una persona y constituyen el sustrato para futuras impresiones y juicios sobre la idea, la persona o lo que ella representa. Ninguna de estas claves tiene un significado en sí misma, ni indica directamente los rasgos más estables del sujeto, pero son estructuradas para que sean interpretadas por el perceptor a la luz de su conocimiento almacenado sobre personas, conductas, los rasgos, y situaciones sociales. Este conocimiento almacenado, que algunos autores llaman prejuicios y otros ‘marco referencial’ suele ser usado por las audiencias para interpretar las claves de aquel que está asociado a la clave misma, o que es fácil de traer a la mente (Smith & Mackie, 1995). En resumen, podemos colegir que existen dos grupos de conocimiento almacenado en las audiencias que ayudan a los sujetos a interpretar ciertas claves del comportamiento, como por ejemplo, la valoración que se hace de una mirada sostenida, asociada a circunstancias tan disímiles como una amenaza a la integridad física o una atracción sexual. Estos dos segmentos de conocimiento son: Las asociaciones sinápticas y los pensamientos recurrentes.

En una guerra comunicacional, los esfuerzos persuasivos se orientan hacia la construcción de una percepción social previamente concebida por el estratega. Ello involucra esfuerzos para formar una impresión global en las audiencias, impresión favorable que debe estar en sintonía con los valores y la auto-percepción que tienen de sí mismos los individuos que las integran. Al interactuar con las audiencias en una conflagración comunicacional, y muy especialmente cuando se comienzan las maniobras de aproximación y fijación de referentes, el estratega debe combinar diversos trozos de ‘información pre elaborada’ con los valores más significativos de las audiencias, con el objetivo final de crear una impresión general consistente. Estas impresiones iniciales moldearán el curso de las próximas batallas comunicacionales, y aunque algunas impresiones pre existentes en las audiencias puedan ser renuentes al cambio por la informaciones recibidas primero (efecto de primacía) la ‘información pre elaborada’ deberá apoyarse en los factores que influencian el peso relativo que las audiencias otorgan a la novedad informativa. Estos factores, capaces de afectar el significado y la interpretación posterior, son los siguientes:

· La validez y confiabilidad de la fuente de información.

· La novedad y la distinción valorativa del contenido.

· Las conductas y los rasgos, atípicos o extremos, que se promueven en los mensajes.

· El grado de ‘proximidad social’ de la fuente respecto a las audiencias.

Además de percibir e interpretar, convenientemente para los objetivos finales de la campaña persuasiva, las características y las conductas del líder y/o del contenido del mensaje dentro de una impresión favorable, usualmente queremos que las audiencias vayan más allá de esa ‘primera impresión’. Deseamos que conozcan los rasgos permanentes y que comprendan las causas y los motivos de su conducta, y el por qué el líder actúa o se expresa como lo hace y dice. El proceso de retroalimentación, a través del cual buscamos tal adhesión, es conocido como atribución. Más formalmente, la atribución se refiere a los esfuerzos de las audiencias para aceptar, entender y justificar la conducta del líder, y también para ‘racionalizar’ los orígenes y las identificaciones de las conductas inducidas, que son asumidas como propias y espontáneas por los públicos. Al estratega comunicacional le es obligante conocer la clasificación de las atribuciones como resultado de la observación de una conducta provocada, analizando en todo momento el orden jerárquico de las causas que la condicionaron.

Weiner propuso la utilización de algunas causas básicas a las cuales se atribuyen los resultados de éxito o fracaso en la manipulación de una conducta. Estas causas básicas son: capacidad, esfuerzo, dificultad de la tarea, y azar (De la Coleta, 1990). Sin embargo, es probable que puedan aparecer como causas otros factores, como cansancio, enfermedad o influencia de otras personas, los que según Weiner pueden ser agrupados con las causas básicas en base a ciertos factores comunes. De esta manera este autor postula tres principales dimensiones causales:

a) Internalidad- externalidad: Se refiere a las causas atribuidas a factores internos o externos al individuo. Entre las primeras estarían capacidad, esfuerzo y estado de ánimo, mientras que entre las segundas estarían dificultad de la tarea, azar e influencia de otras personas.

b) Estabilidad - inestabilidad: Son un grupo de causas que tienen un carácter permanente o transitorio. Entre las primeras estarían capacidad y dificultad de la tarea, mientras entre las segundas estarían esfuerzo, azar, estado de ánimo y ayuda específica.

c) Controlabilidad: Son causas que están bajo la capacidad de control del individuo o escapan a su capacidad de control. Entre las primeras estarían esfuerzo y ayuda específica, mientras que entre las segundas estarían capacidad, dificultad de la tarea y azar (Dela Coleta, 1990).

Así, volviendo a las cuatro causas básicas de Weiner, podemos clasificar cada una de ellas en términos de las dimensiones señaladas:

1) Capacidad: interna, estable, incontrolable

2) Esfuerzo: interna, inestable, controlable

3) Dificultad de la tarea: externa, estable, incontrolable

4) Suerte: externa, inestable, incontrolable

Por último, y en relación al estilo atribucional que se relaciona con el concepto de desamparo aprendido, Abramson, Seligman y Teasdale (1978) reemplazan la dimensión de controlabilidad por la de globalidad- especificidad. Esta se refiere a si la causa postulada para un resultado (en este caso negativo) afecta a una variedad de situaciones (global) o si únicamente afecta una situación particular (específica). De acuerdo a esto, en el estilo atribucional asociado se atribuyen los resultados negativos a causas internas, estables y globales (Mercado, García, Fernández y Gómez, 1993).

Las diferencias actor-observador

Jones y Nisbett fueron los primeros sociólogos en resaltar las diferencias que existen en la forma en que pensamos acerca de nuestras propias acciones, y la forma en que pensamos acerca de las acciones de otros. Ellos postularon que existe una tendencia general a ver la propia conducta como causada externamente, y a ver la conducta de otras personas como causada internamente, y esta asimetría en el pensamiento se conoce como la diferencia actor-observador en la atribución (Sabini, 1992). Esta diferencia entre actor y observador sería sistemática y obedecería a factores informativos, perceptivos y motivacionales. En primer lugar, el observador desconoce a menudo si la conducta observada es representativa o excepcional, en cambio el actor sabe si ha reaccionado de manera similar o diferente en situaciones equivalentes en el pasado. Desde el punto de vista perceptivo existen diferencias entre la conducta relativa y la situación, ya que para el actor lo sobresaliente es la situación debido a que tiene que actuar frente a ella, mientras que para el observador lo denotable o lo que atrae la atención es la conducta. Y además existe una clara diferencia motivacional, ya que una atribución externa le permite al actor no asumir toda la responsabilidad que podría derivarse de efectos poco apropiados, algo que no estaría presente en el observador (Morales, 1994b).

Queda claro, entonces, que la inducción de conductas preconcebidas es derivativa o consecuencia de los mensajes que integran un proceso persuasivo, y esta persuasión solo es posible si es concebida como un objetivo estratégico emanado de una o varias metas a alcanzar. De acuerdo a Kathy Walker, de la Universidad del Estado de Kansas, de esos centenares de mensajes que se orquestan en un proceso persuasivo, las audiencias captan solo la mitad de lo que se les comunica. Comprenden la mitad de lo que captan. Creen la mitad de lo que comprenden y recuerdan la mitad de lo que creen. Visto el asunto comunicacional desde esa perspectiva, no basta escuchar, comprender, creer y recordar. Para influir en otros necesitamos algo más.

Ese ‘algo más es la persuasión, y para persuadir, que es el paso siguiente a la creencia, se necesita una conexión, no sólo con el intelecto sino con la emocionalidad de quienes escuchan ven y leen los mensajes. Por ello comunicarse no basta para influir en las audiencias. Hay que construir una conexión permanente y durable para hacerle sentir a las audiencias, que el comunicador del mensaje tiene lo que necesita y desea, y que ese mensaje le llega a través de imágenes sugestivas e inspiradoras que van más allá de la comprensión porque promueven su acción ysu transformación.

HIPÓTESIS DE SUSTENTACIÓN:

Las audiencias están imposibilitadas para conocer la verdad porque en la percepción de cualquier evento influyen sus impresiones previas, la subjetividad de las diferentes versiones sobre el mismo hecho y el impacto relativo que el evento y los versionadores generan sobre la opinión pública.

AXIOMA COMPROMETIDO

Nº2 Niveles de contenido y relaciones de la comunicación

“Una comunicación no sólo trasmite información sino que al mismo tiempo impone conductas. Siguiendo al antropólogo estadounidense Gregory Bateson (1904-80), estas dos operaciones se conocen como los aspectos conativos y referenciales.

El aspecto referencial de un mensaje trasmite información (sinónimo de contenido del mensaje). Trasmite datos de la comunicación.

El aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es. Cómo debe entenderse la comunicación en la relación entre los comunicantes.

Puede que el mensaje tenga el mismo contenido (información), pero que definan relaciones distintas (distintas formas de decir las cosas). La relación puede expresarse en forma no verbal y puede entenderse claramente a partir del contexto en el que tiene lugar.

Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional, tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una "matecomunicación".[7]

ENUNCIADO DE LA LEY:

“En cualquier conflagración opinática, lo que se percibe es más importante que la realidad.”

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Abramson, L., Seligman, M. & Teasdale, J. (1978). Learned helplessness in humans: Critique and reformulation. Journal of Abnormal Psychology, 87, 49-74.

Arcuri, L. (1988). Conocimiento social y procesos psicológicos. Barcelona: Herder. (Publicado originalmente en 1985).

Baron, R. & Byrne, D. (1994). Social psychology: Understanding human interaction (7th. ed.). Boston: Allyn and Bacon.

De la Coleta, J. (1990). Principales desarrollos y aplicaciones de la teoría de atribución de causalidad en el Brasil. Revista de Psicología Social y Personalidad, 6, 56-73.

Echebarría, A. (1994). Sesgos atribucionales. En J.F. Morales (Coord.), Psicología Social (pp. 253-268). Madrid: McGraw-Hill.

Mercado, D., García, L., Fernández, G. y Gómez, J. (1993). Estudio transcultural México-Estados Unidos del Cuestionario de Estilos Atribucionales. Revista Interamericana de Psicología, 28, 73-89.

Morales, J.F. (1994b). Procesos de atribución. En J.F. Morales (Coord.), Psicología social (pp. 239-252). Madrid: McGraw-Hill.

Moya, M. (1994), Percepción de personas. En J.F. Morales (Coord.), Psicología Social (pp. 93-119). Madrid: McGraw-Hill.

Páez, D., Marques, J. e Insúa, P. (1994). Procesos de atención, recuerdo y cambio del conocimiento social. En J.F. Morales (Coord.), Psicología Social (pp. 171-211). Madrid: McGraw-Hill.

Ross, M. & Sicoly, F. (1979). Egocentric biases in availability and attribution. Journal of Personality and Social Psychology, 37, 322-336.

Sabini, J. (1992). Social psychology. New York: W.W. Norton & Company.

Smith, E. & Mackie, D. (1995). Social psychology. New York: Worth Publishers.

Trope, Y. (1986). Identification and inferential processes in dispositional attribution. Psychological Review, 93, 239-257.



[1] Sinapteína: Vocablo de origen griego que Sir Charles Scott Sherrington y colaboradores formaron con las palabras sin-, que significa "juntos", y hapteina, que significa "con firmeza".

[2] Carl Gustav Jung (26 de julio de 1875, Kesswil, cantón de Turgovia, Suiza - 6 de junio de 1961, Küsnacht, cantón de Zúrich, id.) médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda.

[3] Inconsciente colectivo: Polly Young-Eisendrath y Terence Dawson. Introducción a Jung, pág. 444.

[4] Carl Gustav Jung. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Páginas 65-66, § 136.

[5] McCleary, R.A., y Lazarus, R. S.:”Autonomic discrimination without awareness” / J. of Person, 1949, 18, 171-179

[6] Castañeda, Carlos “Viaje a Ixtlan: las enseñanzas de don Juan” Ed. Fondo de Cultura Económica – p.p. 8 y 9

[7] -Watzlawick, P., Bavelas, J. & Jackson, D. Teoría de la comunicación humana. Herder Editorial, S.L. Barcelona, 2002.