ENUNCIADO DEL PROBLEMA:
La dispersión en lo social
Comencemos por definir dispersión. Consiste en la separación, el esparcimiento y/o la extensión de un conjunto o de una cosa que está unida. En el ámbito de la física molecular, el término define a la descomposición de una radiación compleja en diferentes radiaciones simples, o el esparcimiento de una sustancia en el seno de otra que es mucho más abundante que la primera.
Los conglomerados humanos son macro estructuras que poseen un tejido epitelial social que las cohesiona y se componen de organizaciones socialmente aceptadas, cada una de ellas con sus normas de comportamiento, sus valores y sus reglas de interacción y con marcadas diferencias en la composición de sus estructuras. Dentro de tal urdimbre social se evidencian múltiples movimientos sociales de individuos que manifiestan un comportamiento análogo al de las substancias y los elementos, aunque por motivos diferentes, relacionados con las necesidades, las actitudes, las conductas, las percepciones y las interacciones entre los sujetos que les dan forma y sentido a cada conjunto grupal.
El término movimiento social fue introducido al vocabulario académico por Lorenz von Stein[1] en 1846 en su texto “Historia de los Movimientos Sociales Franceses desde 1789 hasta el Presente (1850)”. Stein asumió al movimiento social como la aspiración de determinados sectores sociales por alcanzar influencia sobre el Estado, y lo ejemplificó como la aspiración del proletariado a lograr representación en los sistemas de gobierno.
Aunque la estructuración de las sociedades a partir de grupos con intereses y objetivos afines es tan antigua como el hombre, la percepción y cualificación histórica de tales movimientos sociales (tradicionalmente centrada en el movimiento obrero del siglo XIX) se amplió en el siglo XX con la consideración de los movimientos sociales del pasado y con la atención al surgimiento de otras reivindicaciones que han dado origen a manifestaciones de grupos sociales con objetivos particularísimos y cada vez más específicos, como el feminismo, el pacifismo, los objetivos planetarios de los grupos ecológicos, incluso el movimiento por los derechos civiles, que tuvo su epicentro en los Estados Unidos de Norteamérica , así como los grupos de más reciente data, como el de los derechos de identidad para lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgénicos, o el movimiento antiglobalización.
Pero es a partir de 1960, cuando la manifestación de los movimientos sociales es múltiple, diversa y mundialmente generalizada, bien por sus muchos objetivos, bien por su estructura y formación, porque se han convertido en las vías más expeditas para la participación ciudadana. El concepto de movimiento social estructurado resurgió en Alemania a mediados de la década de 1970, con la formación de los grupos de acción cívica (Bürgerinitiativen). No todos estos grupos confluyeron en organizaciones políticas o se transformaron en estructuras partidistas; se asumieron como Organizaciones No Gubernamentales y su objetivo se concentró en presionar al poder político mediante reivindicaciones concretas o en crear alternativas. Estas alternativas o reivindicaciones se convierten en su principal identidad, sin tener que llegar a plasmar un ideario completo, y demuestran la múltiple riqueza creativa y organizativa de los movimientos sociales estructurados.
Estos movimientos sociales estructurados equivalen a los grupos de acción afirmativa y funcionan como otros grupos de presión, surgidos espontáneamente o no, como los movimientos de masas y los lobbies de cabildeo político, para incidir en la modificación de la opinión pública y también en las políticas públicas. Tales movimientos sociales poseen permanencia en el tiempo, una estructura operativa creada alrededor de un objetivo o propósito, organización integrada por miembros del colectivo denominados ‘activistas’, y una cantidad representativa de seguidores con relación al conglomerado. El referente histórico de los grupos sociales de presión se remonta a los Comuneros de Castilla y su desarrollo y posterior consolidación como estructura social se deben al surgimiento de líderes carismáticos memorables, cuya génesis derivó hacia movimientos y revueltas sociales, y en casos específicos derivó hacia revoluciones cuando estos movimientos afirmativos o de presión social se estructuraron de manera más coherente y dieron paso a una revolución, como la mexicana, que fue la eventual plataforma para un partido hacia el poder.
Vistos así, los movimientos sociales constituyen una forma instantánea y continuada de insertar la opinión de determinados conglomerados en ámbitos diversos, como el contorno social o el espacio político, inicialmente con poca o ninguna estructura organizativa, pero con la fuerza de cambio implicada entre sus objetivos, tal como la restauración de la democracia perdida en regímenes autoritarios. Para el análisis de los resultados obtenidos, el estudio debe incluir la cualificación de sus objetivos, las características individuales y grupales del público meta y el desarrollo y el impacto de su proceso organizativo. La huella en la sociedad es desde lo estrictamente presencial, como una fuerza de choque perturbadora, hasta los grupos de opinión, fuertemente consolidados y organizados a partir de objetivos comunes para ejercer presión sobre el poder instituido y para cohesionar alrededor del grupo la mayor cantidad de individuos.
El movimiento social se puede observar a partir de la cohesión social de un determinado segmento o su descomposición, y evidenciarse a través del esparcimiento o concentración de un conjunto de individuos desde una estructura o componente social hacia otros. A eso llamamos migración social. La agrupación de ciudadanos en estructuras sociales exclusivas o guetos la señalamos como concentración social cerrada. Cuando las estructuras sociales promueven el crecimiento de los individuos que las integran y estos realizan un movimiento de migración social, bien hacia grupos con mayores y más elevados estándares de vida, bien hacia otros menos favorecidos identificamos a estos movimientos como desplazamientos sociales endógenos, los cuales se manifiestan con mayor o menor intensidad en relación directa con el grado de apertura social que se manifieste en la macro estructura social. Una de las fuerzas sociales que más influyen en cualquier movimiento social (crecimiento, concentración o dispersión) es la percepción que los individuos tienen de sí mismos en relación con las estructuras del tejido epitelial social (las instituciones), los valores socialmente aceptados y los deseos y aspiraciones sociales, vistos individualmente y como grupo. A esa fuerza invisible pero modelable; multiforme pero cohesionable alrededor de un evento, la llamamos opinión pública.
La dispersión opinática, producto de la persuasión pública:
La dispersión opinática de un determinado conglomerado social, referida a un evento, a una persona o a alguna cosa, puede definirse como el grado de distanciamiento que manifiesta un sub-grupo de individuos sobre los valores asignados a ese evento, a esa persona o a esa cosa, y contrastados con el valor medio que se manifiesta en otros sub grupos y/o en la sociedad general.
También podemos definir a esta dispersión opinática como un fenómeno de opinión, aquel por el cual la valoración de un conjunto de individuos que se manifiestan en una dirección determinada rebota sucesivamente contra las opiniones de la generalidad de la sociedad o con la ‘media opinática’ de otro grupo social, y tal movimiento deriva hacia la consolidación de una dirección propia, capaz de afectar de alguna manera perceptible la dirección de la opinión pública consolidada por otros subgrupos sociales que integran el colectivo social de la opinión pública.
Este fenómeno de dispersión opinática se conoce como difracción de la onda social, y se produce cuando la opinión consolidada y generalizada de los individuos de un determinado grupo o subgrupo social se encuentra con algún obstáculo institucional, o estructural, o de valoración, y para proseguir con la dinámica dispersiva (que consiste en el incremento de su poder, que logra con la captación de más individuos de otros grupos para afiliarlos a su causa) o bien rodea el obstáculo (que consigue ‘embolsándolo’ si la captación de adeptos es muy convincente y suficientemente numerosa) con un movimiento social llamado arropamiento de la opinión o bien se propaga a través de las aberturas institucionales que los otros grupos o subgrupos sociales poseen. Esta última modalidad se conoce como difracción social intrusiva.
Pero la difracción no es el único movimiento opinático social que se puede percibir en los conglomerados sociales, cuyo objetivo puede ser el cambio social o la consolidación de las estructuras sociales existentes. Otros, como la dispersión (difusa o focalizada), la bifurcación caótica y la aglomeración son tres de los movimientos con los que se dinamiza la organización social. A los efectos afirmativos de la 7ª Ley de la Guerra Comunicacional concentraremos esfuerzos en presentar el escenario sobre el que se manifiesta la dispersión como evento opinático.
Es precisamente en la opinión pública donde se puede apreciar con mayor claridad la dispersión social. La cantidad de estructuras sociales sobre las que opera una matriz de opinión se compagina con la diversidad de los grupos sociales que generan movimiento opinático dentro de cualquier conglomerado humano, y éstos, con la jerarquía temática de aquellos contenidos que afectan de una manera u otra los diferentes grupos. Así, estructuras, grupos y jerarquía temática confluyen en un espacio físico y constituyen el escenario sobre el que se dibujan los perfiles de los prejuicios, las creencias, las doctrinas y los valores a partir de los cuales los individuos agrupan sus opiniones para alcanzar objetivos de beneficio común y lograr, a partir de esos objetivos, las metas individuales o grupales propuestas.
Pero los intereses individuales nunca desaparecen del todo. Simplemente están sometidos a la jerarquía que imprime el grupo y se aglutinan alrededor de la figura de un líder, cuyas características de jefatura le permiten cohesionar en torno a sí las diversas voluntades de aquellos que integran los muchos y diferentes grupos sociales. La existencia de intereses individuales es la condición fundamental para que se pueda generar, desde la periferia de los grupos sociales, el vórtice social que requiere el caos para afectar la estabilidad de cualquier grupo de opinión, provocando un desequilibrio en su estructura opinática y con ello el inicio de una difracción social intrusiva, capaz de generar importantes inflexiones entre sus miembros y con ello afectar su peso específico en la opinión pública. A esto llamamos desviación inducida de la opinión, cuya cuantificación muestra la variabilidad de la distribución dentro de una matriz de opinión pública, indicando por medio de un número si las diferentes puntuaciones de una variable están muy alejadas de la media. Cuanto mayor sea ese valor, mayor será la variabilidad, cuanto menor sea, más homogénea será a la media. Así se puede cuantificar si las opiniones de los grupos sobre un mismo asunto son parecidas o varían mucho entre ellos.
La persuasión sobre la percepción de los públicos
Afirmamos al comienzo de este tema que no obstante ser objeto de estudios sistematizados desde el Siglo XIX, la percepción es un fenómeno social tan antiguo como la presencia del hombre sobre la faz de la tierra. Desde los primeros días de la arquitectura del conocimiento humano, la persuasión fue objeto de estudios relacionales y aunque Aristóteles[2] abarcó en La Retórica a la prosa y a...”la facultad de considerar los medios persuasivos para cada caso”, fue Demóstenes[3] (382-322 a.C.) el que aportó los modelos de la vida real a las teorías aristotélicas para todas las formas de persuasión pública. Lo que en Isócrates[4] había asido ‘un arte’ que agudiza la sensibilidad moral, Demóstenes convirtió en un arma política, representada en la actitud agresiva y dominante de la oratoria. Antes de Demóstenes y Aristóteles, la definición de lo que es y no es opinión desde una perspectiva eminentemente filosófica, se le debe a Platón[5].
Platón entendió que la imaginación y la creencia, es decir, la mera descripción de lo que se percibe, puede dar como resultado una opinión. Sin embargo el entendimiento y la inteligencia son para Platón aquellas operaciones de las que se obtiene el conocimiento. He aquí la primera diferenciación entre opinión y conocimiento, que determina la volubilidad del primero y la consistencia ética del segundo, conditio sine qua non para que pueda progresar la persuasión sobre la percepción de los públicos. Afirma Platón:
“Como conocimiento de las apariencias, la opinión es el modo natural de acceso al mundo del devenir, y por lo tanto, no puede ser simplemente desechada.”
‘La concepción platónica de la opinión permanece estrechamente vinculada a la admisión de la existencia y primado del mundo inteligible. No es, entonces, una simple creencia sino una facultad especial e irreductible, algo intermedio para un ser igualmente intermedio. Sin embargo el carácter probable de la doxa (opinión) frente a la episteme (la segura certidumbre de la visión intelectual) ha hecho posible el tránsito al concepto actual de opinión como algo distinto del saber y de la duda... Distinto es el caso, en cambio, cuando se trata de la opinión pública, investigada sobre todo por la sociología. La opinión es, entonces un fenómeno social que no se halla situado en el mismo plano del saber, sino que expresa más bien una forma especial de comportamiento. La opinión pública es por esto más un modo de actuar que de pronunciarse sobre la realidad, aun cuando se trate de un actuar que implica su manifestación en ciertos pronunciamientos... que se refiere no a un objeto enunciado sino que se refiere a la realidad misma que se pronuncia... la opinión pública es un estado y ella misma se convierte, dentro de una investigación sociológica o histórico-filosófica, en objeto de cualquier posible opinión...’[6]
Aunque atribuido a Platón, el término Doxa (δόξα) fue un concepto utilizado inicialmente por Parménides, al distinguir la vía de la verdad de la vía de la opinión. Más tarde, Platón le asignó a la doxa las atribuciones del conocimiento fenoménico y según él, esencialmente ‘engañoso’. La doxa platónica existía en dos estadios: en el recinto de la imaginación o eikasia (εἰκασία), y en el ámbito de la fe, o pistis (πίστις), mientras que la episteme solo tiene desarrollo en el mundo de las ideas o conocimiento intelectual y no el mundo sensible. Platón la criticaba fuertemente e incluso llegó a manifestar desprecio por quienes hacían uso del ‘falso conocimiento (la doxa) como medio para aparentar sabiduría y con ella obtener lucro y relevancia social. Los denominaba ‘doxóforos’... “aquellos cuyas palabras en el Ágora van más rápidas que su pensamiento”, una conceptualización que puede aplicarse, sin desperdicio, a quienes desde los actuales medios de comunicación global se comportan como ‘profesionistas de la opinión’, y que gustan autocalificarse como ‘analistas’ pero no son más que opinadores de oficio... Oficiantes de la persuasión pública.
Históricamente, la persuasión pública fue una técnica sofista para convencer al oyente o al interlocutor para que este aceptara como cierto lo que se proponía o decía. Fueron los sofistas quienes desarrollaron las reglas de la discusión y de la retórica como un arte en detrimento de la verdadera demostración, sacrificando de este modo la verdad de lo dicho a la aceptación de lo dicho. Tales acciones de disuasión conceptual fueron las que provocaron la reacción de Platón en sus muchos enfrentamientos a la sofística, pero el mismo Platón llegó a reconocer que el arte persuasivo no es totalmente inútil, tal como lo indicó en el Fedro.(261 A). Allí distinguió la falsa persuasión sofista de la verdadera persuasión legítima, aquella que es capaz de conducir a las almas por la vía de la verdad.
La persuasión a los públicos ha pasado a ser considerada, más allá de su esencia sofista y de su confrontación con la demostración y la prueba, una conceptualización que se contrasta con la del convencimiento, tema abordado por Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca [7] creadores de la Nueva Retórica y principales teóricos sobre argumentación del vigésimo siglo. Afirman que aquellos cuyas argumentaciones se focalizan en el resultado asumen a la convicción como un primer nivel que conduce hacia la persuasión, mientras que aquellos que se orientan hacia la racionalidad de la adhesión estiman a la persuasión un paso previo al convencimiento. Son estos autores los que proponen una distinción entre ‘argumentación persuasiva’, el enfoque necesario para desarrollar la retórica argumental en auditorios particulares, y la ‘argumentación convincente’ que aspira la adhesión de manera racional.
Es precisamente allí, en la ‘argumentación persuasiva’ hacia donde se enfocan las premisas epistemológicas de la Guerra Comunicacional, y desde donde se originan los soportes cognitivos de su 7º Ley: En la Teoría de la argumentación.
La Teoría de la argumentación es el estudio interdisciplinario de la dialéctica parlamentaria, el diálogo, la conversación y la persuasión que estudia la lógica, las reglas de inferencia y las reglas de procedimiento para conducir a los interlocutores o debatientes a determinadas conclusiones a través del razonamiento lógico basado en premisas. Esta teoría incluye como factores esenciales l debate y la negociación para alcanzar conclusiones aceptables de mutuo acuerdo. Su principal motivación está en el contexto social, y su objetivo final es la victoria sobre el oponente. Es arte discursivo y también una ciencia de la comunicación que es indistintamente usada para proteger creencias o intereses en un diálogo, usualmente racional, que se puede manifestar a partir de un simple coloquio o también durante el proceso de argumentación o defensa de las ideas, como en los juicios para probar y o refutar la validez de las presuntas evidencias. Como ciencia de la comunicación, la argumentación estudia los procesos de racionalización post hoc mediante las cuales un individuo puede justificar decisiones que originalmente pudieron haber sido realizadas de forma irracional.
Cuando se desarrolla una argumentación para convencer a otro, se hace en un determinado contexto que involucra creencias, costumbres y las ideas comunes, además del contexto de las convenciones lingüísticas que no son otra cosa que el valor semántico de las palabras empleadas. Para desarrollar un discurso argumentativo en el que la persuasión afecte la percepción de los públicos, es necesario conocer las condiciones de propiedad y legitimidad. Las condiciones de propiedad son las características que tiene que reunir el destinatario a quien se dirige el argumentador, su conocimiento es necesario conocerlas que el argumento sea efectivo, pues se argumenta partiendo de la base se que el destinatario no adhiere la tesis, pero puede ser convencido de ella, puesto que posee niveles mínimos de inteligencia y conocimientos requeridos para comprender las argumentaciones. Las condiciones de legitimidad están relacionadas con la autenticidad de la figura del argumentador y con los enunciados justificativos a los que apele. De esta forma, el argumentador puede suponer que las audiencias pueden ser persuadidas mediante una argumentación adecuada, sustentada no solo en el contexto de la situación sino, además de ello -e incluso antes que ello- en la adecuada ejecución de ‘roles de autoridad’.
La dispersión del soporte argumentativo existente opera en sentido contrario, aunque apelando a las mismas condiciones de propiedad y legitimidad. Para ello recurre al sesgo cognitivo de las audiencias, uno de los muchos defectos del observador (el observador como selectivador de la información recibida) comunes a todos los seres humanos y que han sido identificados en estudios de psicología cognitiva y de la psicología social que incluyen las atribuciones sociales, los errores de memoria, la interpretación estadística etc. Los sesgos sociales, modalidad grupal del sesgo cognitivo, son llamados sesgos por atribución, pues desvían drásticamente la fiabilidad tanto de las evidencias legales como de las anecdóticas y con tal dispersión cognitiva afectan las interacciones sociales.
Sostenemos, entonces, que la persuasión es una forma consciente e intencional de manipulación informativa, cuyo objetivo es la orientación de las actitudes y del comportamiento de los receptores, influyendo mental, afectiva y cognitivamente en los destinatarios del mensaje para promover la adhesión, sincera o interesada, del público objetivo mediante el convencimiento explícito o tácito de los contenidos informativos. Establecida la factibilidad e influencia de la persuasión sobre la percepción de los públicos cabe formular una hipótesis relacional entre la variedad de los recursos retóricos y el proceso de convencimiento de las audiencias, asumiendo que la persuasión se organiza, como experiencia práctica, mediante la planificación ordenada y sistémica de contenidos, formas y canales o medios de comunicación social, orquestados a propósito de los objetivos funcionales que definen los grupos de interés promotores.
HIPÓTESIS DE SUSTENTACIÓN:
La coincidencia o la dispersión de las opiniones en un determinado conglomerado social pueden ser modificadas cuando el fenómeno social de la opinión pública se manifiesta a partir de un rango de valoración inter subjetiva, con el que la mayoría y las diversas minorías cualifican su proximidad o lejanía respecto a un determinado evento, institución, persona o concepto, al que aprecian significante y relevante.
AXIOMA COMPROMETIDO: Nº3. La puntuación de la secuencia de hechos
“Esta característica básica de la comunicación se refiere al intercambio de mensajes entre comunicantes. Quienes participan en la interacción necesariamente puntúan la secuencia de hechos arbitrariamente. La puntuación organiza los hechos de la conducta y resulta vital para las interacciones en marcha. La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la causa de incontables conflictos en las relaciones”[8]
ENUNCIADO DE LA LEY:
La diversidad simultánea de eventos públicos dispersa la atención de las audiencias, afecta su percepción de la realidad y en consecuencia modifica sus opiniones.
COROLARIOS:
1º Corolario: Cualquier tema que choque con el vórtice de un caos opinático, no se distribuirá uniformemente en la opinión pública.
2º Corolario: Toda campaña persuasiva debe concebirse y diseñarse para que sus contenidos se puedan oponer a la dispersión más desfavorable en la opinión pública.
3º Corolario: La efectividad de la dispersión atencional en la opinión pública es directamente proporcional a la variedad de medios utilizados para alcanzarla.
[1] Lorenz von Stein (Eckernförde, Alemania -18 de noviembre de 1815 – 1902) Influyente economista, sociólogo, y administrador público alemán. En 1846 Stein publica su "Historia de los Movimientos Sociales Franceses desde 1789 hasta el Presente (1850)" en el cual introduce el término movimiento social al vocabulario académico.
[2] Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C. – 322 a. C.) filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente. Escribió cerca de 200 tratados sobre temas que incluyen lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física, astronomía y biología, transformando todas, las áreas del conocimiento que abarcó. Formuló la teoría de la generación espontánea, el principio de no contradicción, las nociones de categoría, sustancia, acto, potencia. Fue discípulo de Platón y de otros pensadores (como Eudoxo) durante los 20 años que estuvo en la Academia de Atenas, luego fue maestro de Alejandro Magno en el Reino de Macedonia, y finalmente fundó el Liceo en Atenas, donde enseñó hasta un año antes de su muerte.
[3] Demóstenes (griego Δημοσθένης, Dêmosthénês) uno de los oradores más relevantes de la historia y un importante político ateniense. Nació en Atenas, en el 384 a. C. y falleció en Calauria, el 322 a. C. El llamado Canon Alejandrino, compilado por Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia, reconoce a Demóstenes como uno de los 10 mayores logógrafos y oradores áticos. Según Longino, Demóstenes "perfeccionó al máximo el tono del discurso idealista, pasional, abundante, preparado, rápido". Cicerón le aclamó como "el orador perfecto" al que no le faltaba de nada y Quintiliano le alabó dirigiéndose a él como "lex orandi" (la norma de la oratoria) y diciendo de él que "inter omnes unus excellat" (se encuentra sólo entre el resto de oradores).
[4] Isócrates (griego antiguo Ἰσοκράτης, Isokrátês) (Atenas, 436 a. C. - ibíd. 338 a. C.) orador, logógrafo, político y educador griego. Fue un ateniense, oriundo del demo ático de Erquia, donde su padre poseía un taller para fabricar flautas. Fue seguidor de Gorgias en los aspectos formales, y en los ideológicos, de Sócrates y Platón. Fundó el año 392 a. C. una importante escuela de oratoria que se hizo muy famosa, no sólo por la eficacia de su instrucción, sino también por el hecho (emanado de su formación socrática y platónica) de incluir en su plan de estudios la educación ética del ciudadano, en lo que se distinguió claramente de sus principales competidores, los sofistas, cuya falta de referentes éticos atacó.
[5] Platón (en griego: Πλάτων ) (ca. 428 a. C./427 a. C. – 347 a. C.) filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia noble y aristocrática. Platón (junto a Aristóteles) es quién determinó gran parte del corpus de creencias centrales tanto del pensamiento occidental como del hombre corriente (aquello que hoy denominamos sentido común del hombre occidental) y pruebas de ello son la noción de "Verdad" y la división entre "doxa" (opinión) y "episteme" (ciencia).
[6] OPINIÓN En la República (V,477 A-480 A) Diccionario de Filosofía, Tomo II, pp. 332 y 333 – José Ferrater Mora / Editorial Suramericana
[7] Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca Chaïm Perelman (Varsovia, 20 de mayo de 1912 - Bruselas, 22 de enero de 1984), retórico y filósofo del Derecho belga de origen polaco, creador de la Nueva Retórica y uno de los principales teóricos sobre argumentación del vigésimo siglo.
Rhétorique et philosophie: Pour une théorie de l'argumentation en philosophie. Paris: Presses Universitaires de France. /
[8] -Watzlawick, P., Bavelas, J. & Jackson, D. Teoría de la comunicación humana. Herder Editorial, S.L. Barcelona, 2002.