TEORÍA DE LA GUERRA COMUNICACIONAL


Bienvenido:

En este blog encontrará, convenientemente numerados y redactados como micro-ensayos, los capítulos de mi libro Guerra Comunicacional, Leyes y Principios Estratégicos que condicionan la persuasión de las masas (ISBN 978-980-12-4122-5) cuya primera edición estuvo a cargo de Piscis Editorial CA - Maracaibo, julio de 2009.

Confío que estos escritos le sean de utilidad para consultarlos como información complementaria o como referentes para sus investigaciones futuras, cumpliendo con las normas académicas vigentes internacionalmente, para las cuales son imprescindibles la exactitud y la escrupulosidad en citas y referencias que se hagan de estos textos.

Andrés S. Moreno A.

andresmorenoarreche@gmail.com

viernes, 4 de marzo de 2011

4.- La maniobra política y las campañas persuasivas



En uno de mis ensayos sobre la Teoría del Caos Social (*) esgrimí la definición del Vórtice Social como un proceso cíclico, dinámico, producto de una realidad, irregular y discontinua que se puede explicitar en sub fases, y aseguré entonces que esas fases son cuatro: Controlentropía, fase entrópica, caos y negentropía. La primera fase, que es en esencia de auto organización social, está integrada por aquellos procesos que el sistema utiliza para controlar los mecanismos reductores de la entropía y su consecuencia: El caos.

Junto al miedo y al odio, la mentira se constituye en una de las herramientas más poderosas para la reducción de las entropías sociales, porque la mentira cohesiona a las poblaciones alrededor de un auto de Fe, en torno a las esperanzas manifiestas o tácitas que promueve un líder o la institucionalidad, y porque las masas siempre estarán más dispuestas a probar una y otra vez la miel empalagosa de una mentira que a tragarse el bocado seco de una verdad dolorosa.


1.- TEORÍA DEL CONFLICTO, PLATAFORMA DE LAS CAMPAÑAS PERSUASIVAS

La Teoría del Conflicto, que es como genéricamente se denomina a una serie de estudios e investigaciones diversas, no sistematizadas, y específicas sobre el conflicto social, fue desarrollada a partir de la década del 1950 y está íntimamente vinculada a la teoría de los juegos y a los estudios y escuelas sobre negociación. La implicación principal de la teoría del conflicto es el reconocimiento de la "funcionalidad" de éste.

Si bien con anterioridad habían existido pensamientos de justificación moral del conflicto, como las guerras de origen teológico (La Guerra Santa del cristianismo o la Jihad del Islam), la “guerra justa” (Vitoria), el derecho a la rebelión (Locke), y la lucha de clases (Marx), es a partir de la teoría del conflicto que el antagonismo comienza a ser visto como una relación social con funciones positivas para la sociedad humana, en tanto y en cuanto se puedan mantener bajo control sus potencialidades destructivas y desintegradoras.

Antes de la aparición de la Teoría del Conflicto, el conflicto era visto básicamente como una patología social, o, en todo caso, el síntoma de una patología social. La sociedad perfecta era vista como una sociedad sin conflictos y todas las utopías sociales sostenían la necesidad de constituir un modelo de sociedad sin conflictos, de pura cooperación. La Teoría del Conflicto re evalúa la connotación negativa tradicional y postula el conflicto social como un mecanismo -al menos potencialmente positivo- de innovación y cambio social. En sintonía con esa corriente, el educador norteamericano John Dewey expresaba que "el conflicto es el tábano del pensamiento". La aparición de la teoría del conflicto debe ser históricamente entendida tanto a la luz del criticismo académico a posiciones estructuralistas como la realidad sociopolítica en la guerra fría: la invención de la bomba atómica (1945) modificó completamente la dinámica del conflicto a raíz de la posibilidad de exterminio de la especie humana.

En aras de la brevedad de esta introducción diremos que La Teoría del Conflicto tiene dos enfoques: la escuela clásica de las teorías macro sociales, que está centralmente enfocada en el análisis de las relaciones conscientes entre los grupos sociales, y la escuela conductista de las teorías micro, que enfocan su preocupación en el individuo antes que el grupo y prestan particular atención a los factores inconscientes en la generación de los conflictos, como los que se provocan a partir de una guerra comunicacional. La escuela clásica tiende a analizar gran número de variables para comprender un conflicto, mientras que el método de la escuela conductista consiste en aislar pocas variables (las más relevantes para cada conflicto) y aplicarlas a un gran número de conflictos para comprender el papel que desempeña cada variable. Pero el poder, objetivo fundamental de los enfrentamientos comunicacionales es el epicentro en los estudios clásicos del conflicto. Desde Tucídedes y Sun Tzu, hasta Maquiavelo, Marx y Von Clausewitz, el poder, en cualquiera de sus manifestaciones sociales, se convirtió en un aspecto específico de sus estudios.

Tucídedes[1] fue un historiador y militar ateniense. En sus obras, pero particularmente en su Historia de la Guerra del Peloponeso escrita con gran rigor, analiza los hechos yendo más allá de lo anecdótico para buscar las motivaciones personales de los protagonistas, sus ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas políticas. Allí se pueden encontrar los fundamentos de una Teoría del Conflicto, pues Tucídedes analiza los acontecimientos previos en sintonía con el ‘rol de personaje’ de los actores, sus ambiciones y la interrelación entre objetivos militares, políticos y los proyectos individuales.

Sun Tzu[2], autor de El Arte de la Guerra, es otro de los precursores ideológicos de la Teoría del Conflicto pues explica al detalle los preparativos previos a la guerra, las estrategias del engaño como esencia misma de cualquier conflicto, la disposición de las tropas en el campo de batalla, fácilmente extrapolable a la disposición de las fuerzas en una batalla comunicacional, el armamento necesario, y muy especialmente detalla cómo vencer al enemigo sin tener que desempeñarse en un enfrentamiento cara a cara, simplemente imponiendo una moral dominante e infundiendo miedo entre las filas del enemigo para vencerle antes de la batalla.

Maquiavelo[3], considerado uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, también es un iniciador de esta teoría social pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y de la reestructuración social. Tradicionalmente, se ha encontrado una contradicción insoluble en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.

En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes, que así define a quienes gobiernan al pueblo, espíritus éstos que están en constante conflicto. Sin embargo, la oposición a la república que podría inferirse en El príncipe, debe tenerse en cuenta que es un texto escrito para mostrar a Lorenzo de Medici como debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia. Maquiavelo aclara también que puede existir un hombre cuya virtud política supere a la república en conjunto, pero que dicha virtud política morirá con el príncipe que la posea, cosa que no ocurriría en una república bien organizada.

Karl Marx[4] propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario. La obra de Marx ha sido leída de distintas formas pues en ella se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels, pero los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica de la economía y la crítica política, y es allí donde desarrolla postulados convergentes con la Teoría del Conflicto y sus implicaciones sociales. En El Capital, crítica de la economía política es el texto donde Marx establece una ruptura epistemológica con su etapa anterior, ideológica y filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios sobre el comportamiento de las masas económicamente subsumidas por los que identificó explotadores de la plusvalía en su Teoría del Valor.

Por su parte, Karl von Clausewitz[5] afirmaba que la guerra moderna es un "acto político", y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra. En su concepción, los otros dos elementos de la guerra son, por una parte, el odio, la enemistad y la violencia primitiva, y por la otra, el juego del azar y las probabilidades.

"El primero de estos tres aspectos” -escribió- “interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno." [6]

En la teoría de Clausewitz, los elementos del odio, el cálculo y la inteligencia (dicho de otro modo, la pasión, el juego y la política) forman una "trinidad" inseparable. Así pues, Alemania se basó en Clausewitz para unificar la conducción militar y la política durante las dos guerras mundiales del siglo XX. Observada con rigor, su filosofía indica que el cálculo de los militares (la estrategia) y la conducción política tratan de dirigir e instrumentar una tendencia a la violencia y la hostilidad preexistente. Sostenía que, aun cuando un conflicto se iniciara sin esa base emocional, su desarrollo necesariamente influiría en este plano.

Clausewitz concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo, sin desconocer la sangre y la brutalidad que implica. Por eso, consideraba que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de la guerra cuando se decide su ejecución. Y pensaba que la guerra, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y abatir al enemigo. De esas consideraciones previas proviene su definición de la guerra:

(La guerra)"...constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad".

2.- EPISTEME DEL CONFLICTO SOCIAL

En sentido sociológico, podemos afirmar, entonces, que todo conflicto es una lucha que se plantea un individuo o grupo de éstos desde los valores de un grupo social y para alcanzar el estatus despojado o ansiado; por la obtención y detentación del poder y el consecuente acceso a discreción de los recursos, en especial aquellos que son o se consideran escasos, y que en el curso de tal conflicto los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales[7]. Se considera social a los conflictos cuando éstos trascienden lo individual porque proceden de la estructura de la sociedad, con los que se pretende resolver un cambio[8].

Existen variantes sobre la conceptualización del conflicto social que dependen de visiones más generales o básicas sobre la sociedad o naturaleza humana. En algunas de ellas, el conflicto social no sólo coexiste sino que tiene un papel compartido con la cooperación y la estabilidad social; se trata de posiciones sociológicas funcionalistas o estructuralistas que permiten construir teorías del conflicto que conciben tanto el conflicto mismo como “instituciones negativas" que poseen un rol social en el sostenimiento y la evolución de la sociedad y sus instituciones.

Hay otras posturas más radicales, como la visión original de Hobbes[9], para quien la sociedad está en cambio constante y está integrada por sujetos y situaciones contradictorios. Ese cambio social y esos elementos obvian en Hobbes la necesidad de explicar el cambio social, pero necesitan una de la estabilidad o permanencia de las instituciones, que él la encuentra en la coacción. Esta circunstancia da origen a dos visiones: la clásica o conservadora, que la genuina en el pensamiento hobbiano, de acuerdo a la cual esa coacción genera o puede producir abusos de poder, que deben ser aceptados a fin de garantizar el buen funcionamiento social, y otras visiones más moderadas que abogan por un Estado que modere los abusos, así como las condiciones que los generan, para evitar revoluciones, que es la interpretación que de Hobbes hace Lorenz von Stein[10]. Es prudente acotar que una de las principales discrepancias entre Hobbes y von Stein es que entre los periodos que ellos vivieron sucedió la Revolución francesa.

La segunda versión de la visión radical del Conflicto Social es la de Marx. Para él, las contradicciones sociales de Hobbes existen sobre una base fundamental: la objetividad económica. Este conflicto central se expresa o tiene repercusiones en la superestructura social, por ejemplo, en la ideología, que de acuerdo a Marx es un conflicto que no puede ser aminorado por la estructura social, sino que por el contrario, es agudizado por ella.

Otros seguidores de esta segunda versión de la Teoría del Conflicto Radical son C.W. Mills[11], para quien las contradicciones de Hobbes generan y refuerzan las "élites del poder". Este capítulo debe hacer una mención especial a Max Weber[12] para quien esas consideraciones significan que el Estado (que Weber concibe como administrador genuino y legal del monopolio de la fuerza) inevitablemente se orienta hacia una estructura racional-legal de la autoridad, utilizando una estructura burocrática con el objetivo final de obtener y conservar la aceptación y la sumisión social. Sin embargo, en Weber la política se deriva ambiguamente del poder, entendido como la capacidad de tomar decisiones e imponerlas a otros, de tal modo que Weber entiende a la política como cualquier actividad a la que puede dedicarse el Estado para influir sobre la distribución relativa de fuerza. La cuestión central es la regulación de esa fuerza de violencia desnuda en fuerza legítima, que se logra con la construcción de las estructuras burocráticas de la institucionalidad de una Nación.

Aunque Weber no negó que el orden económico determinase el orden social y político, la concepción weberiana de las clases económicas es más amplia que la marxista, en que la pertenencia a clases no se determina solamente por la posición en relación al medio de producción que los individuos posean. Weber introdujo tres dimensiones a lo largo los cuales se estratifica socialmente a los individuos, incluyendo el estatus y un sistema de estratificación de acuerdo con el consumo de bienes. Sin embargo, una vez un grupo o clase ha obtenido un estatus elevado a través de ciertos logros, sus miembros tienden a limitar las oportunidades de que otros individuos les sustituyan, lo que a su vez genera conflictos que pueden incluso desembocar en revoluciones. Así, esta teoría puede ser vista en ocasiones como una parte de la teoría social evolucionista, o como parte de una percepción fuertemente influida por visiones de Marx o la de von Stein.

3.- CONFLICTO SOCIAL Y MANIOBRA POLÍTICA

Se precisa de una conceptualización básica de maniobra para deducir el peso de su importancia en el desarrollo de las campañas persuasivas que se ejecutan por y para los conflictos sociales. En la ciencia militar se define como maniobra a los movimientos de tropa y de recursos que son necesarios para dar cumplimiento a los comandos tácticos específicos que se derivan de una estrategia global. En este enfoque militarista, las maniobras son un recurso tanto estratégico como táctico que está involucrado de igual modo en los asedios como en la formación de ataque y también en las diferentes tácticas terroristas.

En la mayoría de los conflictos sociales, tanto los que se reducen a las relaciones interpersonales de un pequeño grupo, como los que se producen a gran escala, la maniobra está presente, bien como instrumento de movilidad social para darle presencia y notoriedad al conflicto (manifestaciones, protestas, ‘guarimbas’, emboscadas) bien como herramienta de negociación o de persuasión en los enfrentamientos políticos públicos, en los que se intenta lograr inclusión subrogada de las tesis del contrario a la propuesta del líder, partido, de la ONG o de cualquier otra forma de organización social beligerante, sumisión, adhesión o claudicación en virtud de contar con el respaldo, real o aparente, de la Opinión Pública, o para alcanzar un arreglo conveniente a los intereses en conflicto, negociado entre las partes.

Sea para provocar o consolidar un enfrentamiento, sea para conducir un conflicto hacia una solución negociada, la maniobra política sigue siendo un recurso táctico específico para dar alcance a los objetivos propuestos en la estrategia global. Podemos identificar las maniobras políticas más comunes a partir de la tipología sobre maniobras que nos ofrece la ciencia militar, toda vez que, en consonancia con Karl von Clausewitz, la política no es más que la continuación de la guerra, pero por vías negociadas.

4.- MANIOBRAS PERSUASIVAS DE LA GUERRA COMUNICACIONAL

Antes que nada...¿Qué es ‘eso’ de la persuasión?

La persuasión, por el hecho de ser un tipo de comunicación social que busca el cambio de actitudes y opiniones en la percepción y comportamiento de los sujetos, no debe ser considerada de antemano negativamente. El poder de persuasión de los medios y la capacidad de influencia de los comunicadores en el cambio de actitudes y percepciones públicas de la ciudadanía no tiene que ser, por sistema, contraproducente política y culturalmente. El uso y sentido con que se utilicen las técnicas y estrategias de persuasión es el que debe ayudar a establecer la pertinencia o no de la aplicación de las comunicaciones persuasivas.

La persuasión se identifica habitualmente con la manipulación y alienación del público por los intereses corporativos y privados de los comunicadores y los grupos de interés.

La persuasión, entendida como la intención consciente de modificar el pensamiento y la acción, manipulando los móviles de los hombres hacia fines predeterminados, está de hecho asociada con el control público de la recepción y la manipulación informativa programada.

La persuasión se organiza mediante la planificación ordenada y sistemática de los contenidos, las formas y los canales o medios de comunicación social en función de los objetivos funcionales que definen los grupos de interés promotores.

La persuasión busca la adhesión, sincera o interesada, del público objetivo mediante el convencimiento explícito o tácito en función de los intereses de los agentes emisores responsables, individual o institucionalmente, de los contenidos informativos. La persuasión puede, por ello, presentarse como una forma directa de codificación intencionalmente manipuladora como, por ejemplo, los anuncios publicitarios y los mensajes políticos en las campañas electorales, o pueden aparecer ocultos al público como sucede en algunas informaciones de actualidad política o en los programas de entretenimiento con la publicidad encubierta. En ambos casos, no obstante, la intencionalidad de los emisores es consciente y planificada, pero sólo en el primero los intereses de los emisores aparecen manifiestos para el público receptor. En el segundo caso, la ocultación de la intencionalidad persuasiva por parte de los emisores limita la actitud previsora y distanciada del público receptor, logrando así el mensaje mucha más eficacia e influencia social. Claro que, no obstante, tanto una como otra forma de comunicación persuasiva siempre mantienen ocultos los dispositivos y estrategias de manipulación, en otras palabras, la técnica de persuasión es desconocida por los receptores, porque la eficacia y el éxito de la persuasión depende casi siempre del desconocimiento por el público objetivo de las formas retóricas y psicosociales que motivan en la construcción y difusión de los mensajes la orientación de las opiniones y las actitudes públicas.

la investigación de los procesos persuasivos ha revelado hasta ahora la importancia de los factores psicológicos en el logro motivacional de algunos efectos el proceso de persuasión consiste sobre todo en una forma dinámica de interacción cognitiva del receptor con los manejos intencionales, en el que lo central es el procesamiento y apropiación de la información por medio de la dialéctica de mediatización cultural de las estrategias de condicionamiento de los individuos. Esta última perspectiva demuestra, en este sentido, la dificultad y relativa indeterminación de la conducta individual y grupal respecto a los condicionamientos de la propaganda y la publicidad. La autonomía de la recepción plantea hoy la necesidad de incluir las prácticas de lectura y decodificación de la audiencia como una forma activa de modelación y construcción de las representaciones sociales, un proceso este de apropiación de los mensajes en el que la persuasión configura y mediatiza el modo de percepción y cognición social.

En los últimos años, el avance de los estudios culturales en la investigación de los efectos de la comunicación social han venido demostrando la importancia que adquiere las diversas formas de interacción del público objetivo con el contenido y los mensajes de la comunicación intencional. Las conversaciones , por ejemplo, adquieren un papel determinante en la capacidad de influencia de los mensajes persuasivos, al ser un espacio de comunicación cotidiana abierto a la interactividad y libre identificación de los actores sociales. En los grupos primarios, los líderes de opinión, las redes de interacción social, las representaciones e identidades grupales filtran, organizan y determinan el alcance y eficacia de las estrategias de persuasión social. Por ello quizás, los medios reproducen con frecuencia los contextos cotidianos de la recepción para presentar como naturales opiniones, creencias, ideas y valores, a difundir en los mensajes persuasivos, representando en la pantalla situaciones domésticas de la conversación familiar y/o privada.

Fases de la persuasión :

- Confrontación : En la fase de confrontación, el persuasor se enfrenta a un público completamente hostil hacia la posición y el mensaje persuasivo motivo de la comunicación. Por ello, el contexto de la audiencia es confrontado con la intención de reducir, en la medida de lo posible, la abierta oposición y la actitud negativa a la influencia social de la fuente, buscando sobre todo ofrecer información suficiente para que los receptores acepten en el cuadro de creencias, opiniones y valores que defienden la posibilidad de otra opción distinta a sus posiciones. El objetivo por tanto del mensaje persuasivo es incidir en las percepciones y apreciaciones del público, no tanto en sus actitudes o valores.

- Conversión : En la situación de conversión, por el contrario, el contexto de la audiencia es favorable a una modificación o reversión de actitudes y percepciones por la fuente. En ella el mensaje persuasivo se enfrenta con tres tipos de públicos claramente diferenciados : los incrédulos, críticos y distantes respecto con el emisor y su objetivo manipulador; los desinformados, más adsequibles a los esfuerzos persuasores pues con sólo una buena disposición de las informaciones favorables a la fuente se puede modificar las actitudes de este tipo de audiencia; y los apáticos, en los que el emisor procura resaltar la importancia del posicionamiento favorable a la fuente del público en torno a las propuestas sugeridas en el mensaje respecto al problema o tema de la comunicación, haciéndole ver la decisiva importancia y necesidad del posicionamiento del receptor.

- Disuasión : Por último, en la estrategia disuasoria, a diferencia de la conversión y la confrontación, no se busca modificar las actitudes y creencias del público receptor, sino más bien el reforzamiento de los valores ya compartidos, intensificando aquellos aspectos actitudinales, cognitivos o axiológicos más relevantes para la fuente en virtud de los objetivos particulares que busque en cada momento el emisor, por medio de sencillas técnicas de refuerzo.

En este último caso, no es que se ofrezca a los receptores la capacidad de rebatir los mensajes persuasivos, sino más bien la de resistir la contrapropaganda de los mensajes contrarios al reforzamiento, ya que en todos los casos la persuasión es una forma de inoculación ideológica que refuerza una asimetría esencial entre los actores de la comunicación, estableciendo una distancia insalvable entre el emisor y el receptor. Pues, como comenta Hall, para que toda forma de dominación sea eficaz debe mantener oculto el hecho mismo de la dominación.

  • El movimiento de pinzas

El movimiento de pinza o de doble envolvimiento es un elemento básico de la estrategia militar que ha sido utilizado en muchos enfrentamientos. Consiste en atacar los flancos del oponente de forma simultánea, tal como el desplazamiento pivotado de una pinza aprisiona un objeto. Esto se ejecuta después, y sólo después de que el oponente haya penetrado hacia el centro de la formación defensiva de un ejército, el cual responde moviendo sus fuerzas exteriores hacia los flancos del enemigo para rodearlo. Al mismo tiempo, una segunda capa de pinzas ataca el área más externa de los flancos y de esa forma se evita cualquier intento de refuerzo de la unidad bajo ataque. El doble envolvimiento de Aníbal en la Batalla de Cannas en el año 216 a.C. es visto por historiadores militares como una de las más grandes maniobras en un campo de batalla de toda la historia militar, y es citado como el primer uso exitoso de un movimiento de pinzas registrado en detalle.

Las ‘pinzas’ de Aníbal

La Batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C., Allí se enfrentó el ejército púnico, comandado por Aníbal Barca, a las tropas romanas, dirigidas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, en el marco de la Segunda Guerra Púnica. Aunque la batalla no significó la victoria final cartaginesa, se la recuerda como uno de los más grandes eventos de táctica militar en la historia, y la más grande derrota de la historia de Roma.

Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste de Italia, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad numérica de éstos. Luego de esta resonante victoria, Capua y otras ciudades estado italianas abandonaron el bando de la República romana y se aliaron con Aníbal, lo que supuso, ahora sí el comienzo del fin de Segunda Guerra Púnica.

Tras recuperarse de las pérdidas de las anteriores batallas y, en concreto, de la batalla del Trebia (218 a. C.) y la batalla del Lago Trasimeno (217 a. C.), los romanos decidieron enfrentarse a Aníbal en Cannas con aproximadamente 87.000 soldados romanos y aliados. Con su ala derecha desplegada cerca del río Aufidus (hoy llamado río Ofanto), los romanos colocaron a su caballería en los flancos y agruparon su infantería pesada en el centro, en una formación con mayor profundidad de lo normal.

Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó la táctica de tenaza: Colocó a la infantería aliada, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos por su caballería cartaginesa. Sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente en la misma medida en que las tropas romanas, con su poderosa caballería al centro avanzó hacia su infantería, sin darse cuenta que las tropas veteranas del cartaginés les rodeaban por los bosques laterales.

En el momento más dramático de la batalla, cuando la caballería romana estaba a menos de diez varas de la primera línea de los soldados aliados de Aníbal, éstos y las tropas cartaginesas del centro de la formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar éstos, se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido. Se estima que entre 60.000 y 70.000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos.

Las ‘pinzas’ en una batalla comunicacional

Tal como las batallas de la Segunda Guerra Púnica, la guerra comunicacional es primordialmente, un conjunto de eventos persuasivos que se desarrollan en un campo de batalla muy particular: la credibilidad de las personas. Allí, el movimiento de pinzas debe entenderse como la provocación al adversario a debatir o discutir públicamente sobre un tema conceptualmente estéril, o sobre cuestiones que en apariencia les son favorables pero que no modifican la matriz de la opinión de los públicos, y una vez ubicado el contendor en medio de ese tema-debate, se despliegan argumentos hacia cada uno de los flancos más débiles del oponente (aquellos en los que hay una manifiesta inferioridad frente a la opinión Pública) y sin importar que estos ’nuevos’ temas tengan o no relación directa con el planteamiento inicial, se emprende un ataque simultáneo con ellos, utilizando indistintamente los instrumentos masivos de persuasión (medios informativos, publicidad, relaciones interinstitucionales, panfletos y voceo en las calles) junto con la mayor cantidad de voceros disponibles.

NOTAS


[1] Tucídedes (Atenas, c. 460 a. C. - Tracia, c. ¿396 a. C.?) historiador y militar ateniense de la familia de los Filaidas, ligado a figuras famosas de la historia de la ciudad como Cimón o Milcíades, vencedor de la batalla de Maratón. El nombre de su padre, Óloro, hace pensar que procedía de la Tracia.

[2] Sun Tzu Uno de los primeros realistas en ciencias políticas. procedía del Estado de Ch'i, aunque su vida se sitúa posteriormente en Wu, gracias a su libro sobre el arte de la guerra, llamado o referenciado como Los trece capítulos por la bibliografía histórica.

[3] Maquiavelo (Florencia, 3 de mayo de 1469 - Florencia, 21 de junio de 1527) fue un diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano.

[4] Karl Heinrich Marx (Tréveris, 5 de mayo de 1818 – Londres, 14 de marzo de 1883) fue un filósofo, historiador, sociólogo, economista, escritor y pensador socialista alemán de origen judío. Padre teórico del socialismo científico y del comunismo, junto a Friedrich Engels, es considerado una figura histórica clave para entender la sociedad y la política.

[5] Karl von Clausewitz Filósofo y militar alemán, uno de los más influyentes teóricos de la guerra, sólo comparable con Sun Tzu.

[6] Karl von Clausewitz: De la Guerra

[7] Lewis A. Coser

[8] Ralf Dahrendorf (Hamburgo, 1 de mayo de 1929 - Colonia, 18 de junio de 2009) Ssociólogo, filósofo, politólogo y político germano-británico, considerado uno de los autores fundadores de la Teoría del Conflicto social.

[9] Thomas Hobbes (5 de abril de 1588 – 4 de diciembre de 1679), fue un filósofo inglés, cuya obra Leviatán (1651) estableció la fundación de la mayor parte de la filosofía política occidental. Es el teórico por excelencia del absolutismo político. Hobbes es recordado por su obra sobre la filosofía política, aunque también contribuyó en una amplia gama de campos, incluyendo historia, geometría, teología, ética, filosofía general y ciencia política.

[10] Lorenz von Stein (18 de noviembre 1815 – 1890) fue un influyente economista, sociólogo, y administrador público alemán, nacido en Eckernförde. Como consejero al emperador japonés del periodo, sus visiones conservadoras influyeron la redacción de la constitución de la era Meiji en ese país.

[11] Charles Wright Mills (28 de agosto de 1916, Waco (Texas) – 20 de marzo de 1962, West Nyack, (Nueva York) Sociólogo estadounidense recordado por sus estudios de la estructura de poder en los Estados Unidos en su libro titulado "La elite del poder" (The Power Elite). Mills se enfocó en las responsabilidades de los intelectuales de la sociedad posterior a la Segunda Guerra Mundial, y aporta relevantes observaciones académicas desinteresadas, como en "El Aparato Público Inteligente" (Public Intelligence Apparatus) donde desafió las políticas de las élites institucionales de los "Tres": Economía, Política y Militar.

[12] Maximilian Carl Emil Weber (Érfurt, 21 de abril de 1864 – Múnich, 14 de junio de 1920) fue un filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno, anti positivista, de la sociología y la administración pública. Sus trabajos más importantes se relacionan con la sociología de la religión y el gobierno, pero también escribió mucho en el campo de la economía. Su obra más reconocida es el ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que fue el inicio de un trabajo sobre la sociología de la religión. Weber argumentó que la religión fue uno de los aspectos más importantes que influyeron en el desarrollo de las culturas occidental y oriental. En otra de sus obras famosas, La política como vocación, Weber definió el Estado como una entidad que posee un monopolio en el uso legítimo de la fuerza, una definición que fue fundamental en el estudio de la ciencia política moderna en Occidente. Su teoría fue ampliamente conocida a posteriori como la Tesis de Weber.

3.- LA GUERRA COMUNICACIONAL : Pilar fundamental de la política



Se insiste que la humanidad ha transitado por muchas Eras. Los calendarios, las eras y los ciclos han servido sólo para estructurar un pasado y sin embargo, apenas dos Eras han signado el tránsito de la humanidad hasta el presente. Una ha estado vigente desde que el hombre obtuvo conciencia de sí y por lo tanto, conciencia de su trascendencia. Yo identifico a ese lapso en el que aún transitamos como la Era de la Persuasión, es decir, el tiempo de las inter relaciones con base en la comunicación. Previa a ella tuvo lugar la Era de la Sensación, caracterizada por una vida contemplativa y expectante, preconsciente, y tal vez algún día ascenderemos a la Era de la Iluminación que ha sido identificada por múltiples religiones y enfoques filosóficos como el momento místico en que el hombre asume su trascendencia respecto al universo físico tridimensional y entonces ‘crecerá’, desprendiéndose de su lastre físico-sensitivo-persuasivo, para entrar en sintonía trascendente con Dios y su Universo.

Esta visión holística de la historia de la humanidad nos ubica en una prolongadísima segunda Era: la de la persuasión. Y es que no otra cosa ha intentado hacer el hombre respecto de sí y para sus semejantes desde que obtuvo la percepción de su unicidad con relación al entorno. Persuadirse y persuadir a otro semejante ha sido, desde el comienzo de los tiempos de esta Era, el hecho fundamental y trascendente de la humanidad.

Y si lo analizamos detenidamente, ha sido el único acto, verdaderamente genuino, que ha intentado la humanidad desde que tiene sentido de sí misma y fundamentalmente, desde que asumió la pertenencia de su entorno. La conceptualización de éste a través de la palabra fue el primer intento del hombre por persuadir a un semejante de que ‘algo’ se podía abstraer, y por consiguiente conceptualizar, en un sonido con un sentido: La palabra. La relación de la palabra y la cosa. Más luego, la concomitancia de la palabra y la idea dio paso a la palabra – concepto.

Los inventos y el desarrollo intelectual de la humanidad no son otra cosa que la consecuencia de la persuasión en el espíritu del hombre por hacer de su tránsito terrenal más confortable. El ejemplo más humano -y por tanto, más persuasivo- de que esto es así está reflejado en ese intento por trascender espacio y tiempo que desembocó en el lenguaje, base fundamental de la escritura y que posteriormente nos condujo a la invención de la imprenta y los tipos móviles por Johannes Gutemberg en 1452, el proto-escenario de una globalización de la humanidad que se ha repotenciado en la actual post modernidad navegando sobre la autopista, interactiva y virtual de la internet.

Pero la persuasión trajo consigo, desde sus inicios, un virus letal extraordinariamente contagioso: el poder. Un poder que inicialmente se reflejó en el saber, que diferenciaba a unos respecto a otros y establecía de ese modo, una jerarquía: La clase de ‘los sabedores’, que conjuraron esa primitiva relación de poder-sometimiento en la persuasión de la tenencia. Dominar el ‘qué’ y el ‘cómo’ fue suficientemente persuasivo para que los que detentaran ese saber establecieran el ‘dónde’ y decidieran el ‘cuándo’ y el ‘cuánto’, reservándose para sí, por virtud mística del saber-tener, el ‘por qué’.

El virus del poder comienza a manifestarse a partir de la tenencia del conocimiento, vedado para muchos y aperturado para un nuevo estamento: los iniciados. La búsqueda de los ‘por qué’ y el ambiente hermético de tal búsqueda provoca el surgimiento de la primera organización humana de poder en esta Era de las Persuasiones: La religión. Lo místico y desconocido de los elementos naturales, junto con el surgimiento de las primeras manipulaciones que hizo el hombre del entorno (la alquimia) consolidaron el poder persuasivo de la religión. Surge entonces la primera estructura social del poder, la religión, y con ella la primera gran guerra comunicacional de la humanidad: La rebelión contra la Fe.

Una rebelión eminentemente persuasiva, como cualquiera de las campañas proselitistas del presente, porque fundamentó su accionar en el cambio conductual y actitudinal de unos, respecto a los autos de Fe establecidos y su correspondiente casta de poder. Las ideas se utilizaron para derrumbar otras ideas. El lenguaje fue puesto al servicio de la conquista del espíritu y las negociaciones de los acuerdos entre facciones disímiles pero con intereses y objetivos comunes. Esa es la analogía que nos transmiten La Toráh y La Biblia en relación con el papel de la serpiente con Eva, el ‘fruto prohibido’ y la pérdida del Paraíso, simpático y sugerente texto con el que se pretende explicar el tránsito de la Era de las Sensaciones a la Era de las Persuasiones.

La política no es otra cosa que la visión laica del poder. Los griegos la asumieron así y la entendieron como la actividad humana tendente a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. Vista así, la política no es otra cosa que un proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones, para la consecución de los objetivos de un grupo. Y fue precisamente Aristóteles el que le dio al hombre su estatus al definirlo como un ‘animal político’, término que se popularizó en Atenas a partir del Siglo V a. de C. en especial luego de la aparición de los textos aristotélicos compendiados bajo el título de ‘Política’, donde se define como política a la comunicación dotada de un poder, relación de fuerzas.

La política se convierte en el instrumento más representativo del accionar humano, e inicia el apogeo de la Era de la Persuasión. Si nos atenemos a las subdivisiones que se han hecho de la Era Persuasiva, la política se remonta al Neolítico, donde se empezó a organizar la sociedad jerárquicamente apareciendo así el poder sobre los demás. Hasta aquella época, el poder lo ocupaba el más fuerte o sabio del grupo, pero ya hay constancia de pueblos centroeuropeos y procedentes del mediterráneo que estaban organizados en un sistema que en ocasiones era absolutista, y como en el caso de algunas polis griegas (Atenas) o en la cultura fenicia, donde se practicaba la democracia parcial, o estaban organizadas en asambleas.

El sistema político predominante desde el Neolítico hasta muy entrada la Edad Media fue absolutista, en el que todo el poder era ocupado por una sola persona. Este esquema político no cambió hasta el fin del Antiguo Régimen, término que los revolucionarios franceses utilizaron para designar peyorativamente al sistema de gobierno anterior a la Revolución Francesa de 1789 (la monarquía absoluta de Luis XVI), y que se aplicó también al resto de las monarquías europeas cuyo régimen era similar a aquél, y con la Revolución Francesa en Europa y la constitución de Estados Unidos se inaugura en Occidente un sistema político, que no por representativo y protagónico es indiferente a los oficios de la comunicación persuasiva, entendida como una guerra comunicacional.

La guerra comunicacional se trasmuta de una forma de información irreverente e irruptiva, en un instrumento de la política y de la guerra, que como bien definió Karl von Clausewitz, no es sino la continuación de la política pero por otros medios. Para ello tuvieron que sucederse algunos hechos propios de los tiempos modernos y los posteriores a éste: La concentración de grandes urbes sólo posible con el surgimiento de las metrópolis y su inevitable adicción, las masas, cuya rebelión definiera tan prolíficamente don José Ortega y Gasset. La producción en serie de la era industrial y más recientemente, los resultados poco épicos, más bien trágicos, de las dos Guerras mundiales, que junto a la caída por demás emblemática del Muro de Berlín y el cuestionamiento histórico de los sistemas comunistas, colocó a la humanidad frente a la posibilidad de un holocausto generalizado.

Todo lo anterior integra un complicado escenario, donde actores, apuntadores y libretistas desarrollan una obra de teatro sobre la marcha de los acontecimientos que marca el público pero sin fin aparente, donde lo que prevalece no es la verdad sino la apariencia de verdad. La humanidad es derrotada por sus mismos éxitos y la época dorada de la Era de las Persuasiones comienza un declive suave, lento pero sostenido, y así también la política, el emblema más representativo de esta Era, representado por la forma más generalizada en Occidente, la democracia, y sus diversas teorías ideológicas. La explicación más simple, aunque la más cruel sobre la política postmoderna nos la ofrece el suizo Louis Dumur:

"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos"

La política, que originalmente se define como el ejercicio del poder en relación a un conflicto de intereses, como una disposición a obrar en una sociedad utilizando el poder público organizado para lograr objetivos provechosos para el grupo, se transforma en actividad estratégica de quienes procuran obtener el poder, retenerlo o ejercitarlo con vistas a un fin, como un medio instrumental que desde la perspectiva moral debería ser utilizada para el servicio hacia los demás, pero que en la práctica malsana se despoja de ese sentido ético.

Es precisamente aquí, en este escenario, donde se hace visible la guerra comunicacional como pilar fundamental de la comunicación política, no sólo como instrumento exclusivo de las políticas perversas y egoístas a las que alude el párrafo anterior, sino también como parte integral de las comunicaciones persuasivas necesarias en cualquier política de sólidos principios éticos, que requieren urgentemente la construcción de un mensaje convincente para ganar adeptos a su causa, y que se debaten en un escenario hostil, divergente, atomizado por intereses particulares y con una población cada vez más resistente a creer en los proyectos políticos, pues ha decantado su fe hacia el liderazgo de los hombres.

La guerra comunicacional se convierte en la aplicación práctica de procesos persuasivos, procesos que se rigen por 10 Leyes fundamentales y se ejecutan con la observancia de 13 Principios estratégicos y tácticos. Estos procesos persuasivos de la guerra comunicacional, que se inician con la definición del o de los objetivos (a corto, mediano y largo plazo), prosiguen con el análisis de los diferentes escenarios (reales, posibles, probables, concomitantes e inesperados), para luego seleccionar las estrategias y las tácticas que sean las que garanticen la consecución de los objetivos persuasivos predeterminados.

La guerra comunicacional es, en la praxis, la planificación de campañas persuasivas, cuyos objetivos específicos respondan a la jerarquía y el orden de los objetivos generales, que se desprenden del análisis de los escenarios y de la adecuación permanente de los objetivos políticos, objetivos que varían por la dinámica constante de la opinión pública, y en sintonía con esa opinión debe variarse el enfoque de las campañas, tanto de información como de desinformación, y de aproximación indirecta, sin descuidar las campañas de 'pulsión interna' que son las que se utilizan para evitar 'troyanos' y 'gusanos' dentro de la organización.

La guerra comunicacional se desarrolla en un escenario de batalla persuasiva, en el que las acciones de inteligencia y contrainteligencia corporativa son tanto o más importantes que las de información. Por ello, la guerra comunicacional es la expresión práctica de una doctrina propagandística cuyo objetivo no es la consecución de la verdad, sino la captación de adeptos a la causa propia, para concienciarlos y convertirlos en propaladores del mensaje, sea éste un mensaje de bien o de mal.

Vista así, la guerra comunicacional no es sino la consecuencia inminente de una necesidad doctrinaria; de un proceso político que por un lado facilita el convencimiento y la captación de adeptos, pero simultáneamente desarrolla maniobras divisionistas y distraccionistas dentro de las filas contrarias, con el deliberado propósito de desarticular sus bases filosóficas, crear desconcierto entre sus seguidores y finalmente debilitar al extremo posible las oposiciones ideológicas para imponer, por convencimiento, las ideas que inspiran las políticas de acción.

D’Alembert sostenía que así como el arte de la guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos. Cuando la política se despoja de su manto aristotélico y se asume como una estrategia, no queda duda que su objetivo no es el objetivo griego de gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad, sino que se transforma en una actividad estratégica de quien procura obtener el poder, retenerlo y ejercitarlo con vistas a un fin personal.

Sea para pervertir a la política o para defenderla como la expresión más sublime en esta Era de las Persuasiones, la guerra comunicacional está allí, a la mano de ambos bandos, como un poderoso y fulminante armamento que servirá por igual, a tirios o a troyanos, en la batalla decisiva que se desarrolla en la mente y en el alma de los ciudadanos.